Inés Jáuregui Vásquez
Dentro del Festival Danza Nueva, realizado en el ICPNA durante el mes de junio, se presentó “Prohibido pisar el Césped”, por la compañía colombiana Tercero Excluido. La obra cuenta con cuatro años de creación y ha participado en diversos encuentros de Danza en Colombia, México y Ecuador. La directora y coreógrafa Natalia Orozco estudió Filosofía en la P.U. Javeriana y tiene una amplia trayectoria como intérprete. Es una de los fundadores de la Asociación Alambique-Ontología Buena y el Espacio Ambimental, casa dedicada a abrir el diálogo, la creación y la investigación artística interdisciplinaria. Los intérpretes de esta pieza son; Juliana Rodríguez, Marco Gómez, Rodrigo Estrada y Natalia Jaramillo, cabe señalar que todos los intérpretes además de ser bailarines han tenido una experiencia previa en teatro y claun. Este montaje se desliza entre la danza contemporánea y la danza teatro.
Prohibido pisar el césped nos acerca al hastío de la rutina, a través de movimientos repetitivos y en constante aceleración, logran trasmitirnos la enajenación del propio cuerpo, dentro de los enormes y enredados sistemas burocráticos.
La obra inicia presentándonos a cuatro seres iguales que caminan susurrando fragmentos de libros de Henry Miller, Melville y Kafka, textos que serán utilizados a lo largo de la función. Los cuatro bailarines se ubican en fila, frente a una larga mesa iluminados por dos fluorescentes, vestidos con camisas blancas y ropa interior negra. Realizan movimientos iguales y en canon, parten de acciones de trabajos de oficina, las que crecen hasta acelerar el ritmo de la escena y hacer interactuar a los bailarines. Dos de los textos mencionados que condensan el espíritu de la obra, nos hablan en un caso, sobre el deseo que todo se extinga para poder tener al fin conciencia del propio cuerpo y el otro, sobre el deseo que en una ciudad que crece como el cáncer, brille todo el cuerpo como una rayo de luz profundo.
El uso de la mesa es muy variado, ya que además de traernos una atmósfera de oficina es un soporte, una superficie, y una barrera que distingue el espacio. Nos muestra la falsedad de los formalismos, aquello que vemos encima de la mesa difiere de lo que va por debajo. Este uso complementado por una iluminación cálida, nos regala una secuencia sólo de piernas y muslos, un suave unísono y una serie de imágenes estéticamente muy bellas.
La propuesta de movimiento del grupo refleja un trabajo de danza por contacto y de fly low. Tanto en los dúos como en los cuartetos, la comunicación y el estado de alerta en los bailarines es muy claro. Manejan un tipo de contac basado en los soportes y una energía muy potente, que incluso puede verse como violenta, la fuerza de los movimientos y encajes siempre encuentra una respuesta de la misma intensidad, sobre todo en el dúo entre los dos bailarines, siendo muy agradable observar la técnica de sus movimientos y las posibilidades de riesgo que alcanzan. La ejecución del bailarín Marco Gómez destaca por la versatilidad de su cuerpo, la potencia y limpieza de sus acciones.
Los elementos usados en escena y el vestuario, son pocos pero han sido explotados al máximo, pues refuerzan el tema de la obra y la atmósfera que buscan crear: Camisas, luces, piel, dos pantalones de tela, una mesa, una corbata y una manzana, es todo lo que necesitan para habitar el espacio de movimiento, de distintas calidades y de sensaciones que van desde la angustia y el hastío hasta la tranquilidad y la risa frente a una posibilidad de escape a esta maquinaria burocrática, en la que el sistema nos envuelve. Otros dos elementos que permiten la construcción de la atmosfera, son la música y la presencia de la chellista Bivian Monroy en escena. La musicalización de la obra fue creada por computadora y hecha especialmente para el montaje por Ana Romano, quien utilizó sonidos de la calle, y de máquinas de escribir entre otros.
Esta pieza es el resultado de un trabajo colectivo y una reflexión profunda, sobre dónde nos encontramos y cómo es que logramos vivir en este mundo moderno. Me satisface mucho apreciar cómo la literatura, la política y la danza pueden confluir en una obra tan entretenida, como significativa.
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