Tuesday, June 29, 2010
La Sombra
La creación de la obra, se sustenta, en la investigación de conceptos teóricos de corte psicológico, dados por el suizo Carl Jung, tales como, el inconciente colectivo, casualidades significativas, la sombra, siendo ésta última el eje de la creación, significando así, el lado inconciente que todos poseemos y con el que vivimos, luchamos, bloqueamos, escondemos, dependiendo el grado de conciencia que uno va adquiriendo, es decir,de lo oculto y, que por lo general la persona lo rechaza, ya que, no cumple las expectativas de lo que se quisiera ser,con lo que se supone es.
Tema de búsqueda y entendimiento de uno mismo, de la persona,el dierector, Guillermo Castrillón, es consecuente en su búsqueda personal, a lo largo de su trayectria se ha ido nutriendo y encontrando un lenguaje propio,la integración de teatro, danza y perfomance está cada vez más cerca. Es importante, saber, que Guillermo proviene de la danza, por lo cual conoce el lenjuaje corporal,factor importante es su código.
De la misma manera, es isistente con la investigación de la psiquis, tema complejo, por ello, toma lo que busca y lo transforma en un lenguaje, finalmente escénico.
La Sombra como otras craciones colectivas, bajo la dirección de Guillermo, revelan una fórmula para poder llegar a lugares profundos de los que participan o en otras palabras, viajar hacía el centro de cada uno,viajar hacía el inconciente; lo cual necesariamente, rquiere de una entrega a la causa y enfrentarse de manera honesta a ese lado que no nos gusta.
Guillermo nos muestra que para llegar a profundizar y a encontrar tu centro hay que pasar por el dolor, como parte natural de tu evolución,así como la sombra es una parte de nuestro todo, y así hay que aceptarnos con lo que queremos y con lo que no nos es tan fácil de querer.
Cabe resaltar, que el trabajo en grupo estuvo muy parejo,un equipo entregado y con mucha fuerza, cada uno era especial, no hubieron protagonistas, detalle díficil de lograr, el grupo funcionaba, todos manejan voz, cuerpo y energía, con calidades particualres, en definitiva se podía ver a cada uno.
El trabajo a nivel espacial muy bien logrado ,así, cerraban imagenes, las desahacían para crear otros ambientes;adicionando el buen manejo del elemento, el cual eran cinco mesas iguales,que pasaban de ser paredes a soportes de dibujo, así como base para las proyecciones visuales.
La voz para los textos fue un elemento fundamental en la obra, hubo mucho texto a modo de testimonio personal, acerca del lado inconsiente que cada uno había o seguía encontrando.
El ritmo fue claro, los traslados y las rutas fluídas.
La iluminación, acorde con la pieza,así, el total oscuro con contrasta de cálido y frío (azul-rojo/ámbar.
El vestuario para todos fue negro, simple, con formas cotidianas que iban con la propuesta de cada uno, es decir, a las personalidades que se mostraban en escena.
El color negro era oportuno, no obstante, puedo ser un poco más trabajado, en cuanto a formas, sin perder su simpleza.
Es así, que gozamos de un espectáculo con un lengueje ariesgado, el de Guillermo Castrillón.
Propuestas y riesgos como éste valen la pena por el sólo intento de búsqueda, aunque cada creador o director encuentre su fórmula, seguirá siendo válido para crecer y generar avances, y sobretodo variedad en las ofertas artísticas.
Lo interesente de buscar integrar performance en el proceso, cuerpo y teatro le da una atmósfera especial y sincera,aunque se repita toda una temporada, el dejar espacios para tiempo real, para el momento tiene un valor importante.
Momentos prevíos al final, todos las participantes sueltan el centro y se vuelven cotidianos en su totalidad, hablando de la experiencia inmediata, sin embargo, en ese momento, auqnue real, no me convenció, luego todos se retiran excepto Mónica Silva, que recupera el centro y culmina diciendo: necesito más tiempo, cayendo de la mesa y desapareciendo en la oscuridad de la sala.Con lo cual recuperó la magia de áuel sitio.
Es importante tomar riesgos artísticos, ser honestos y entregados con lo que hacemos, más aún cuando se quire comunicar, transmitir y expresar.
Cada uno es diferente y cada uno tiene un inconciente...valentía para enfrentarlo y aceptarlo.
Monday, June 28, 2010
Meciendo los Sentimientos
“URONGO”, dirigida y ejecutada por Cristina Velarde, también se contó con la participación escénica del bailarín y performer Augusto Montero; “Urongo” un espectáculo de danza contemporánea y contact; y con música en vivo a cargo del dúo musical TERMINAR, se presentaron el pasado fin de semana, como parte de la I Convocatoria de Ayudas a la Producción y Exhibición de Artes Escénicas del Centro Cultural de España – Lima.
El auditorio nos recibe con un doblar de melodías creadas por una guitarra eléctrica y un bajo; las luces del escenario están en penumbra como candilejas que junto a las paredes sombrías del escenario crean una atmósfera entre cálida e íntima.
Uno de los músicos en una mecedora no nos hace advertir la presencia de una mujer que se encuentra detrás de él, las luces se encienden y aparece la mujer de rojo que desmantela una gran falda negra.
De pronto, un hombre se dirige hacia esa gran falda, que se trasforma en su coraza, se envuelve y se encierra en él, al principio es siente muy agradable como si fuera su hábitat natural, internado y desprovisto de claridad, este ser acorazado finalmente se deshace de toda protección, ahora a la luz es un individuo susceptible y vulnerable al exterior.
Un hombre y una mujer se encuentran, quizá con mucho o con casi nada en común pero algo los une, los hace indivisibles, los hace dialogar en un mismo leguaje, van por los mismos caminos, y también la curiosidad de hurgar por distintas direcciones; el lazo que los unía ahora los ata y entran en conflicto y se alejan.
Una mecedora, buen lugar para reencontrarse, para mecer los sentidos y develar la pureza de los sentimientos; el elemento pasa a un “segundo plano”, aunque resuena en los cuerpos de ellos, como eco en la comodidad, el balanceo y el arrullo.
La propuesta coreográfica, nos presenta dos mundos paralelos, la pareja en un mundo surrealista y los músicos en un mundo concreto y real, estos dos mundos tienen un punto de encuentro en la mecedora.
Un par de momentos extraños para el ojo de espectador poco conocedor de las artes escénicas y en especial de la danza, es cuando los músicos rompen el código establecido del movimiento abstracto por la cotidianidad de su conversación que se centra en una mecedora; pero que al final de la obra se llega a redondear la idea con el movimiento en vaivén de los bailarines y la frase “todos tenemos tiempos diferentes”.
Nuestra bailarina peruana Cristina Velarde conocedora de la técnica Axis Syllabus de Frey Faust, en ésta oportunidad nos muestra una nueva faceta de su repertorio como bailarina, al sumergirse al mundo del contact y con una característica interpretativa muy resaltante; y también su partner nos sorprende con movimientos más fluidos, controlados y sensitivos; vemos a un dúo que se complementa en escena.
Es gratificante observar al público al final de una presentación de danza, y ver que está conmovido y tocado por la suavidad, sutileza y exquisitez interpretativa.
Sunday, June 27, 2010
La técnica de Leonardo
La noche comienza con una pieza corta, realizada por un hombre y una mujer, quienes aparecen en escena mostrando una relación cargada de mucha intensidad y contradicciones. El vestuario alude a una cotidianeidad en el vínculo, que refuerza la problemática entre el deseo de permanecer unidos y las separaciones que se pueden experimentar dentro de esta misma relación. Si bien ambos bailarines muestran limpieza y precisión en su movimiento, personalmente considero que la representación de la mujer fue claramente más expresiva que la del hombre, mostrando este tal neutralidad en el rostro que llegaba incluso a limitar la proyección de sus emociones a nivel corporal.
Sigue entonces “Leonardo”, pieza que se inicia con un grupo de mujeres que ingresan corriendo al espacio, vestidas con unos trajes color rojo que dejan descubierto la mayor parte de su cuerpo y permiten apreciar la forma y anatomía de los mismos. El espectáculo se compone por constantes entradas y salidas de bailarines en el espacio, variando su estructura entre composiciones creadas a través de solos, dúos, tríos y grupales; algunos de ellos conformados por grupos de mujeres, otros por hombres, y el último caso por grupos mixtos. Es necesario resaltar la limpieza y precisión que manejan los bailarines de la CND, mostrando muy buenas condiciones técnicas.
A mi parecer, al inicio de la obra esta estructura de composición permite una cualidad dinámica, que nos mantiene en estado de alerta, esperando cambios y sorpresas entre los bailarines. Sin embargo, considero que esto se va perdiendo a medida que transcurre la pieza, y este dinamismo inicial se transforma en cierta monotonía, dejando de ofrecer nuevas posibilidades de movimiento al espectador. Uno de los elementos que considero podría estar influyendo en este cambio es el tiempo de duración de la obra, en mi opinión excesivamente largo para el material que tenían que ofrecer. En este sentido, la pieza se torna repetitiva, mostrando una y otra vez la misma calidad de movimiento entre los bailarines. Así, la maravillosa técnica de los intérpretes deja de tener ese impacto inicial en el espectador, dado que al no presentar una propuesta clara y original, se convierte en una muestra de forma pura de movimiento. Otro elemento que podría sumarse a lo anterior es el gran número de bailarines que está en escena.
Esto, junto con la propuesta de movimiento, hace que se pierda individualidad en cada uno de ellos, y los movimientos parecen dictados bajo los códigos de un gran espectáculo en el que los bailarines se vuelven únicamente herramientas para conseguir un efecto a nivel formal.
Tuesday, June 22, 2010
Thomas Moves
Tort
Es una pieza de movimiento puro que se fusiona con la música contemporánea de Diego Dall Osto, las partituras se leen en los movimientos de los bailarines. Esta es una coreografía creada por Thomas Noone, director de la compañía. Como intérpretes de esta pieza están Alba Barral, Javier Gracía, Horne Horneman y Paloma Muñoz. Fue fascinante ver las rupturas rítmicas y las calidades diferentes transitando los cuerpos que pasan de movimientos continuos, libres e indirectos a fuertes, directos y controlados. Sensaciones contrarias, valiosas por igual que al unirse muestran su complementariedad, en la búsqueda de un punto en común. El movimiento es el motor de situaciones y relaciones que van sucediendo una a la otra. Los intérpretes cambiaban de roles sin perder la continuidad. El movimiento cambia de cuerpo, de dirección y así se lee en cada uno de ellos historias diferentes. El transito continuo colaboraba con la fluidez, con la transformación. Trabajan el contacto con gran destreza y el individualismo da paso a la unión, al grupo y viceversa. Todo cambia, los roles, la música, el vestuario, las luces, la composición espacial, las direcciones y a la vez todo mantiene una constante: la continuidad. En la vida constantemente cambiamos de roles, pasamos de una situación a otra y así todo continua. Tal vez como en esta pieza todo tenga una razón, un sentido y si tenemos suerte sea así de cautivante.
The Chaos Quartet
Un cantante de pop en pleno concierto, una fan que lo admira desde una camilla en la parte posterior del escenario. Ella tiene un cartel que dice: "I love you, hazme un hijo". Así inicia The Chaos Quartet, un cuarteto conformado por Alba Barral, Thomas Noone, Hornne Horneman y Núria Martínez. Esta escena teatral con varios referentes da lugar a una coreografía con menos elementos; focalizada en el movimiento sin perder gestos y actitudes. La transición entre estos dos momentos o conceptos no fue clara. La primera escena me gusto pero sentí un rompimiento a pesar de que pude instintivamente ligar ambas ideas. Se mantienen de esta primera escena los personajes, el saco y la camilla. La camilla es un espacio de descanso donde los bailarines se cambian, toman agua y observan. Me gusto que los desnudos en la parte posterior pasaran desapercibidos, se daban naturalmente y respondian a una necesidad. Habían dos espacios; el primer plano, donde ocurría la acción, el otro era para observar o juzgar según reaccionen con compasión o indiferencia. Me impacto como en el mismo cuadro alguien pueda estar representando un momento intenso y en el plano posterior el otro alguien este tan cómodo, tan opuesto.
Vemos el caos generarse y extinguirse en el cuerpo de los cuatro bailarines que van rotando en el espacio, formando distintas estructuras. Las acciones crean una cadena de reacciones y es así como se mantiene en movimiento esta pieza que nos sorprende con cambios inesperados, creando y destruyendo, yendo de una calidad a otra. El vestuario negro da uniformidad, a la pieza, la ordena; también la hace mas fría, neutra. Los detalles que eran pocos me llamaron la atención. La iluminación estaba en servicio de la necesidad dramática. Acompañó y resaltó los momentos más impactantes, utilizando cambios bruscos que eran una constante en esta pieza. La voz estaba como herramienta para expresar lo que sienten en si mismos y lo que el otro les hace sentir. Muchas veces no escuchaba lo que decían, pero al ver sus cuerpos me lo podía imaginar. La palabra que se repetía claramente era “out”, estas fuera. El caos no puede durar para siempre y cuando este perdía su vigencia había otro caos para reemplazarlo. Esto se mostraba a través del movimiento con la herramienta de la repetición y el incremento de la velocidad; llegaba un momento que los cuerpos debían detenerse por necesidad, por física. El caos es el generador de todas las cosas, nos lleva a la liberación pero no es eterno; debemos aceptarlo, entenderlo y dejarlo ir para que todo siga su ciclo y haya una evolución.
Ares Escudero A.
Sumergidos en la inocencia
Esta vez le tocó el turno a Agárrate Catalina, quien bajo la dirección de Lucía Meléndez y Miquel de la Rocha presentaron Cabeza de Avestruz un espectáculo de circo y danza donde reflexionan sobre los castigos como parte de la educación y a lo que pueden conllevar estas acciones.
El espectáculo es un fragmento de lo que se presentará en Julio, este nos brinda escenas de lo que sucede en la vida niños durante su duro crecimiento; en esta ocasión Lucía Meléndez nos presenta una historia más clara y concreta, que su anterior trabajo (Poleas y Polleras), que nos conduce por un camino de emociones, imágenes y colorido.
La escenografía es uno de los elementos de mayor valor en este montaje, empieza en una cama que instantáneamente nos traslada a la niñez, miedos nocturnos, una niña que desde su cama nos cuenta una historia con su cuerpo y por momentos podemos creer que ella es una prolongación que se esconde bajo el colchón de la pequeña cama, puertas que se abren y se cierran mostrándonos cosas obscuras, rostros duros y actitudes violentas, juegos infantiles llenos de risas que se convierten repentinamente en persecuciones, niñas-mujeres con rostros atribulados, donde sus casitas de madera se transforman en prisiones y sus zapatitos se convierten en tacones inseguros.
Muestra una danza sutil bien elaborada, acoplada a los elementos y aprovechando el talento y la experiencia de algunos intérpretes entre quienes cabe destacar a Cori Cruz, Miquel de la Rocha, Margot Lozano, Carola Robles y el novel Augusto Montero, todos haciendo gala de sus habilidades acrobáticas y escénicas.
Los dúos fueron las propuestas más elaboradas y acertadas entre ellos cabe destacar el de Cori Cruz y Miquel de la Rocha quienes demostraron una mezcla de técnica de contacto con acroportes y donde se pudo observar la danza unida al circo, era clara la lectura de miedo y manipulación, por momentos transgresora y cruel hacia la niña quien iba creciendo al igual que sus temores, a pesar de hubo momentos de tensión por los arriesgados movimientos y algunas fallas en las dinámicas, estas fueron superadas gracias a la confianza y las variaciones, resolviendo satisfactoriamente los impasses. Otro momento fue el desarrollado en una cama en altura por De la Rocha y Carola Robles, la interpretación de los personajes ya en su etapa de adultos, de pareja hacía que nos involucremos en lo que sucedía en esa noche de insomnio. Por último el dúo entre Inés Coronado y Carlos Olivera totalmente de circo, que fue desarrollado en la cuerda y que a pesar de ser un elemento que requiere de fuerza física, pudimos apreciar una calidez y ternura en todos sus desplazamientos contándonos una historia convincente en las alturas.
Algunas de las acciones grupales carecieron de limpieza en sus movimientos, errores de cálculo quizás por poco ensayo o la emoción del momento por parte de algunos de sus ejecutantes, equivocaciones mínimamente disimuladas que denotaban la pérdida de concentración por breves instantes; cabe resaltar que la energía de todos los artistas siempre se mantuvo durante el desarrollo de toda la pieza, había compromiso y reflejaban una buena química de interacción en conjunto, lo que hizo que el público se mantuviera permanentemente interesado.
Cabeza de Avestruz nos presentó un concepto bien elaborado el cual fue enriquecido no sólo por la escenografía, que en un momento fue itinerante, pero lamentablemente se perdió visualmente debido a la ubicación de los asientos; el uso de los vestuarios fue apropiado, algunos más llamativos que otros pero todos dentro de un contexto real que lindaba con lo cotidiano. La música fue otro de los recursos bien utilizados, a pesar de ciertos errores técnicos a tomar en cuenta para próximas presentaciones, los momentos en los cuales los instrumentos o las voces reforzaban lo que ocurría en escena así como los acertados silencios contribuyeron a crear mayor interés entre los asistentes.
Es grato que la danza y el circo se unan para tocar temas que conocemos y a veces ocultamos, es satisfactorio que ya no hacemos oídos sordos, ni escondemos las cabezas frente a las conductas socialmente aceptadas como regenerativas-educativas que solo contribuyen a continuar con el círculo vicioso del maltrato; atinada alternativa de hurgar a través del arte en el conciente- inconciente infantil, una buena propuesta que con algunas revisiones se perfila como excelente espectáculo por presentar.
Monday, June 21, 2010
Todos tenemos tiempos diferentes
Carla Coronado
Al ingresar a la sala, los músicos tocan un metal suave, uno de ellos está sentado en una mecedora de madera de las clásicas, estilo Art Déco, esta simboliza el ritmo del tiempo, para luego convertirse ella misma en la coraza de los seres que habitan este espacio recubierto de texturas negras y formas retorcidas. Los músicos, también de negro, con sus guitarras eléctricas me introducen en un hábitat que podría ser hostil, sin embargo hay algo de transparencia en la actitud de ellos que me invita a relajarme, ya que mantienen un diálogo que se expresa con posturas naturales y cotidianas, pues no son actores, y no pretenden serlo, esto les da más credibilidad a sus gestos, aunque quizás se pueda reforzar la proyección de su presencia escénica, sin caer en la actuación teatral. Al finalizar la música de introducción, aparece detrás de la mecedora, una mujer grande con un vestido rojo, que jala del borde del escenario metros de rafia negra, se coloca en la esquina del fondo derecho y la rafia forma una inmensa falda que recubre el suelo. Entonces ingresa un hombre que se envuelve en esta tela tejida de hilos plásticos moldeables. Ella se ha confundido entre el público y lo observa. El hombre toma las cuatro puntas de la tela, mientras baila al centro de la misma, y entonces se forma una gran masa negra que se mueve, y deja ver por destellos, su cuerpo retorciéndose ligero, en un cuadro de sutil poesía, que dura lo que le toma cargar con todo sobre su espalda. Este inicio me cuenta un poco sobre la curiosa forma que tienen estos insectos para reproducirse, en la que el adulto hace una pelota de excrementos, excava un nido subterráneo y deposita los huevo, es decir, de la descomposición misma, nacen los escarabajos.
Los músicos empiezan a discutir sobre la mecedora, que en sus líneas curvas genera la pregunta sobre cuantas mecidas debe tener para ser la requerida, sobre el peso que debe tener para no mecerse tanto, enseguida se sienta él, luego ella, con ella la mecedora se mueve justo lo necesario. Entonces ya en contacto, los bailarines se dan vuelo, en este espacio reducido sus cuerpos se despegan, el uno impulsando al otro, afectándose, influyéndose, logran estirarse y agruparse continuamente, para luego adoptar a la mecedora en su forma y en su ritmo pausado. Hacia la mitad de la obra, la pareja despega de las paredes cada uno estas rafias retorcidas que cuelgan, de pronto la música se detiene, la pareja se inmoviliza. Uno de los músicos se da cuenta de su poder y se lleva la bolsa de rafia que la mujer había desenrollado. Al reiniciar la música, la pareja no parece darse cuenta de los cambios, y continua su danza, enlazados por la rafia, como un gran anillo que los encadena. Ella parece no inmutarse del tiempo, su mirada es lejana y me transmite honestidad, pues aunque su rostro permanece neutro, no hay tensión en su gesto, su cuerpo adquiere un dinamismo desde sus pies hasta su cabeza, que me indica que ella posee una técnica conocida como Axis Syllabus, en la que el movimiento se basa en la distribución del peso de las distintas partes del cuerpo. Él posee presencia de tierra, su mirada es más cruda, más directa, pero se deja llevar por ella, se deja cargar, el gesto se da por la actitud que cobran sus manos y sus pies, y ambos se ven fuertes y seguros de las direcciones que van tomando, cual decisiones que se transmiten por el mero contacto. Ambos están ensimismados en su mundo, los músicos son un elemento extrínseco que juega con ellos, convirtiéndose en el puente que me permite acceder en esta atmosfera tan intima. El momento clave de la propuesta, lo que sería quizás la espina de la obra, se da cuando el dúo de bailarines toma la forma de la mecedora y los músicos intentan hacerlos mecer al unísono, pero llegan a la conclusión de que esto no será posible, pues cada uno tiene su tiempo personal.
De esta manera ambas parejas retoman sus lugares, la pareja al medio ensimismada en su burbuja de sonidos metálicos. Si bien no hay momentos de picos altos, pues no hay cambios radicales en cuanto a movimiento, sonido e iluminación, esto respalda el tema del tiempo propio, idea abstracta que se manifestó en mantener un flujo restringido versus un flujo continuo, reforzando la idea del vaivén, apoyándose en los sonidos que han ido captando la esencia de cada momento, variando sutilmente en intensidad, coincidiendo silencio con quietud, con movimientos que pasan por la doble altura para entregarse aterrizando deliciosamente en el suelo. Finalmente, se trata de una obra que ha mantenido coherencia en su totalidad, y esto me genera satisfacción, creo que este es un ejemplo de lo difícil que es respetar el mensaje, sin la necesidad de utilizar falsos recursos que a veces encuentro en el virtuosismo o en el gesto disforzado.
Thursday, June 17, 2010
Thomas Noone Dance: Dos piezas, dos estilos.
La primera pieza de la noche fue Tort coreografía de Tomas Noone: escenario vacio, ni un solo elemento, sólo los cuerpos de dos parejas de bailarines quienes danzan a dúo formando una diagonal, ambas parejas hombre/mujer se tocan, se miran, respiran fuertemente, utilizan apoyos corporales para buscar breves elevaciones que forman líneas verticales con las extremidades ; todos estos movimientos van evolucionando a la par con la música donde los quiebres musicales son ejecutados con calidades de movimientos distintas y hasta opuestas: corridas, caminatas u otros desplazamientos con movimientos indirectos, salpicados y rápidos.
Estamos frente a una pieza de danza totalmente abstracta, los rostros de los bailarines inexpresivos por completo, la música les da la pauta de cambio, ruptura y regreso.
La ejecución e interpretación de los bailarines fue impecable a excepción de Horne Horneman, el bailarín más imponente de todos, quién daba la impresión de no tener claros los pasos de la coreografía por momentos, y esto, en las ejecuciones grupales era demasiado evidente haciendo que el espectador desvíe su atención hacia estos detalles.
Las luces, el vestuario y la música estuvieron muy acertados. Más allá de lo sorprendente de la técnica y ejecución fue una coreografía para mí estéril en cuanto a sensaciones o imágenes que el coreógrafo se propuso trasmitir.
La siguiente pieza coreográfica The Chaos Quartet de Roni Haver y Guy Weizman fue completamente distinta: coreografía llena de matices, rica en imágenes, teatral por momentos.
Se inicia con una imagen de Thomas Noone haciendo karaoke a manera de estrella pop y atrás, al fondo del escenario, casi en penumbra, una mujer subida en una especie de banca hace de fanática emocionada, lleva en las manos un cartel en el que le manifiesta su amor incondicional a su estrella; hasta aquí todo muy teatral, de pronto el cantante termina de cantar,la fanática se tranquiliza, él va a sentarse a la banca de espera al fondo del escenario y muy cotidianamente se cambia de ropa junto a la mujer quien ya cambió su actitud respecto a él, ahora ambos esperan. Surge sorpresivamente otra pareja, danzan una pieza a manera de baile de salón, los que están en la banca miran sin sorpresa, casi con indiferencia mientras se vuelven a cambiar de ropas. Esto es una constante a lo largo de la coreografía, recurso que les sirve para cambiar de roles, movimientos y la forma de relacionarse entre ellos; así, surgen solos o dúos caracterizados por movimientos pausados, rítmicos, percusivos; con caídas abruptas , desplazamientos por el piso,contact, "silencios corporales" que sirven de imágenes reiterativas, por ejemplo la imagen de las dos bailarinas sentadas en el piso en una diagonal con la espalda al público, tal imagen es acentuada por cambios de luces y variaciones musicales. A medida que se va desarrollando la coreografía las parejas se juntan, se separan de distintas maneras excepto cuando vuelven a la banca de espera donde predomina la falta de interés entre ellos.
La música del compositor alemán Henry Goebbels es inmejorable, sin duda, una buena elección, que a pesar de lo contundente de la pieza no llega a opacar el movimiento de los bailarines.
Quiero resaltar el trabajo de la gran bailarina Núria Martinez, quien no sólo con el gran manejo de su técnica si no con su calidad interpretativa llegó a conmoverme.
En general, pienso que es una coreografía más sólida que la anterior; como espectadora pasé del desconcierto que me producian ciertos personajes a la compasión por la soledad que trasmitían incluso cuando se juntaban.
Jennifer Parra.
Friday, June 11, 2010
Critica de Danza
Adriana Arrunátegui
Lagrimas de Pastoruri es el espectáculo de danza contemporánea que abrió el decimo segundo Festival Internacional de Lima Danza Nueva, el Jueves 3 de Junio del 2010. Estuvo a cargo del grupo Terpsícore Proyectos, sobre la creación, coreografía y dirección del maestro y bailarín costarricense Rogelio López.
Nos recibe un escenario con atmosfera de espacio natural donde predominan los blancos y elementos volumétricos reminiscentes a formas geográficas. Escuchamos gotas de agua a ritmo de descongelamiento, generando una sensación de temperatura más fría de la que había hasta el momento. Luz focalizada y un expresivo cuerpo humano a través de la sombra se comunica como el vivo espíritu de la montaña, intentando emitir mensajes, desde suavemente dichos hasta intensos gritos de urgencia.
Se presenta una emisaria, quien parece haberse desprendido de uno de los nevados. Transmite energía detenida y en alerta. Nos expone una situación límite a través de movimientos limpios, exactos, ondulantes, pasan de lo sutil a tajantes cortes del espacio. Derivando en una acción dramática que deja huellas de lágrimas provenientes de las montañas.
Uno de los elementos escenográficos cobra vida a través del video proyectado en ella. Son los años, pudiendo estar contándonos una historia de nuestro país y del planeta que habitamos. Ello refuerza el carácter de urgencia de lo desarrollado hasta el momento, e invita al cuestionamiento a cerca de aquellos hechos históricos y su relación con la preocupación de fondo que empieza a crecer en nosotros, a cerca del deterioro de la Tierra y sus consecuencias.
Cuatro bailarines cambian de roles en la atmósfera de un medio ambiente que lucha por su supervivencia. A través de atinadas piezas instrumentales, compuestas por Raúl Arévalo, ellos nos llevan de un cuadro a otro donde el cuarteto o los dúos, asumen distintas posiciones y personajes en torno a la problemática del espacio físico que habitamos y específicamente del calentamiento global y sus efectos en los andes peruanos.
Alternando con la música, una voz narra cálidamente acerca de la influencia del espacio en la vida tradicional andina. Por momentos esto resulta brumador. Sin embargo, en el ejercicio de dejarlo acompañar sin pretender entenderlo todo, acierta en el ritmo y las pautas de personajes en movimiento.
Otra intervención de video, donde aparecen segmentos de un cuerpo femenino, me invita a ver a la montaña como un personaje vivo en movimiento latente.
Los intérpretes, Neva Graham, Lili Zeni, Franklin Dávalos y José Ruiz, hacen un excelente uso de su posibilidades corporales, técnicas y expresivas en general. Ciertos movimientos y gestos son recurrentes a lo largo de la obra a la cual le atribuyen ilación, funcionando de conectores entre los distintos cuadros y personajes.
Hacia el final, es probable que el nevado haya dejado de serlo, considerando la caída de gotas durante la obra y antes de empezar. El desarrollo general me generó un gran interés a demás de preocupación por el tema del calentamiento global y como se manifiesta en el Perú a través del caso del Pastoruri. También la confianza en el poder de lo que cada uno puede hacer para evitar la degeneración del planeta.
Una manera especial y valiosa de dejarnos saber a cerca del estado en que se encuentra el Pastoruri y de hacer un llamado de alerta en cuanto a como nos identificamos con el espacio que nos contiene y la responsabilidad que debemos tener sobre ello. Si bien cada cuadro tiene momentos interesantes, hay un exceso de escenas generando una longitud de la obra que podría ser menor. El compromiso de los bailarines con el desarrollo de las escenas es muy significativo. Hubo ciertas imprecisiones en la coordinación de movimientos entre uno y otro, quizás por tratarse de la primera función.
Creo que es una buena muestra de danza contemporánea realizada en nuestro país, recomendable y con un mensaje muy oportuno y pertinente en nuestros días.